Thursday, November 30, 2006

LA ACCION POLITICA RESPONSABLE

LA ACCION POLITICA RESPONSABLE

¿Cuál debe ser el rol del Estado en la vida de la sociedad? - Ante la variada gama de respuestas a esta importante pregunta y para ubicarlas en el ámbito de las posiciones políticas se simplifica si las representamos gráficamente sobre un eje horizontal:

- El Estado asume un control total (ej. la extrema izquierda del socialismo colectivista)
- El Estado asume un rol mínimo. (ej. la extrema derecha del liberalismo individualista)
- Entre ambos extremos se ubica toda una gama de posiciones políticas.

Dentro de un pluralismo político, cada uno elige el partido, el programa y los candidatos de su preferencia, pero con la necesaria prudencia al tener en cuenta el valor y la dignidad de las personas como hijos de Dios, de donde se derivan dos principios (1) básicos:

1 - El principio de solidaridad, que nos inspira a contribuir y vivir por los demás buscando el bien común de la sociedad (aunque difícil de realizar debido al egoísmo y al estado caído de los hombres por el pecado, y por ello difícil de implementar también en el terreno político y económico), y
2 - El principio de subsidiariedad, por el que el Estado o la sociedad no puede suplantar o sustituir la iniciativa y la responsabilidad de las personas y las familias, ni limitar su libertad ni su desarrollo natural (como hizo desafortunadamente el marxismo y otras formas de colectivismo).

Si uno adopta posiciones muy extremas hacia la derecha de ese eje mencionado, llega un momento en que deja de respetar el principio de solidaridad. Si uno adopta posiciones muy extremas hacia la izquierda de ese el eje, llega un momento en que deja de respetar el principio de subsidiariedad. Entre ambos extremos está la zona del pluralismo político legítimo. Los debates políticos que observamos habitualmente ocurren sobre este “eje horizontal”. Sin embargo, existe otro problema político mucho más fundamental, que nos ubica más allá del “ala de la derecha” o del “ala de la izquierda” y nos eleva a lo que denominamos el “ALA DE CABECERA”, que tiene que ver con lo siguiente:

¿Cuál debe ser la actitud del Estado con respecto a la ley moral natural?

Las distintas respuestas a esta segunda cuestión podrían ser representadas gráficamente sobre un eje vertical:

- La parte superior propone una actitud favorable del Estado hacia la ley moral natural, en la que el Estado existe para buscar el bien común y esto sólo puede lograrse respetando el orden moral establecido por Dios en la naturaleza humana. (Se busca plasmar estos principios en la Constitución – véase el Apéndice A: “Democracia y Valores Morales” al final del artículo)
- La parte central propone una actitud neutral del Estado hacia la cuestión del bien y el mal. (ej. El liberalismo político)
- La parte inferior proponen una actitud desfavorable del Estado hacia la ley moral natural. Aquí radica el actual peligro de que la democracia se convierta en una “dictadura del relativismo” (como acertadamente ha denunciado el Papa Benedicto XVI.)

El “eje vertical” asumirá un papel cada vez más importante en la vida política de las sociedades del siglo XXI, llegando a superar (después del colapso del comunismo) el debate del “eje horizontal” (2)

Dado que la familia es la célula básica y fundamental de la sociedad humana, los temas éticos y morales relacionados con la familia serán el centro del debate. Como ya observamos en muchos países con la legalización a favor de las uniones libres heterosexuales u homosexuales, el divorcio fácil, la legalización del aborto, la eutanasia, la experimentación con embriones humanos, la ingerencia del Estado en el derecho de los padres a la libertad de educación de sus hijos (véase el Apéndice B, “La educación de los hijos: derecho originario, primario e inalienable” al final), la libertad de expresión sobre temas morales, etc.

El Dr. Pitirim Sorokin, quien llegó a ser el presidente de la Sociedad Sociológica de los EE.UU., en una de sus obras más relevantes La revolución sexual en los Estados Unidos de América, (México: Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional de México, 1958.) comprueba al analizar varias culturas a través de distintos continentes extendiéndose por miles de años que virtualmente todas las revoluciones políticas que llevaron al colapso social estaban precedidas por una revolución sexual en la que el matrimonio y la familia fueron descuidados y devaluados.

Asumir o suponer como principio que los seres humanos somos incapaces de amar de verdad, con compromiso y fidelidad para toda la vida hacia su esposo o esposa, explica el desdén y abandono por parte de algunos legisladores en defender la familia de constitución matrimonial. Si seguimos por esa senda, llegaremos a una triste realidad en nuestras sociedades, que acertadamente el abogado y autor argentino Jorge Scala describe como “divorcio premio”: “Premio al infiel, a quien no mantiene la palabra empeñada, a aquél que rehuye de sus obligaciones, al que miente, al inmaduro, etc.; quien, pese a causar injustamente todos estos daños, puede volver a intentarlo las veces que quiera, con el beneplácito de la ley y de los tribunales”.

Como comenta Daniel Iglesias Grezes, esta actitud conduce a menudo a una cultura que bien puede ser descripta como “cultura del divorcio”, pues ha divorciado realidades que deben permanecer unidas o en fecunda relación, y con esto no sólo nos referimos al divorcio entre marido y mujer, sino también:

- El divorcio entre la fe y la razón. (6)
- El divorcio (y no la sana separación) entre la religión y el Estado.
- El divorcio entre la moral, por un lado, y la ley civil, la economía, la ciencia y la tecnología, por otro lado.
- El divorcio entre la relación sexual y la procreación, (anticoncepción irresponsable).
- El divorcio entre la naturaleza y la cultura en la “ideología de género”, de creciente y nefasta influencia en todo el mundo.

Estos “divorcios” particulares tienen su primer principio en el “divorcio” fundamental entre el hombre y Dios, propio del ateísmo práctico, cuya primera consecuencia es el “divorcio” entre el hombre y su prójimo, propio del individualismo egoísta.

La acción política para "reconstruir la familia, restaurar la comunidad y renovar la nación” debe ser regida por los tres principios básicos mencionados en esta célebre máxima de San Agustín: “Unidad en lo necesario, libertad en lo opinable, caridad en todo”

1. La unidad en lo necesario exige que nuestra lealtad primera y fundamental esté referida a Dios y sus principios.
2. La libertad en lo opinable supone que cada persona tiene plena libertad de opinión y de acción en todos los asuntos sobre los cuales no se opone a la ley moral. Pero debe evitar presentar su opinión como la única legítima.
3. La caridad o el amor verdadero como fuente de todas las virtudes debe ser la inspiración y motivación de todos los actos políticos.

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Apéndice A: Democracia y valores morales

La palabra "democracia" proviene de los términos griegos "pueblo" y "gobernar" y se refiere en su sentido genérico al gobierno del pueblo.

San Agustín en “La Ciudad de Dios” reafirma varios principios Cristianos fundamentales que han servido como suposiciones activas y subyacentes en las sociedades cristianas occidentales: Dios creó al universo y a los seres humanos como sus hijos, el espíritu humano es eterno, la naturaleza humana se corrompió a causa de la Caída, una desviación que ocurrió en los albores de la historia, los seres humanos deben esforzarse en buscar la bondad, toda la historia ha sido una historia de redención y el mundo continuará sufriendo dificultades hasta el regreso de Cristo. Estos puntos de vista sobre el ser humano y la historia sirvieron como la base subyacente de las teorías políticas posteriores para las democracias en occidente. No se puede negar que el Cristianismo en el fondo está ligado a la aspiración y los ideales democráticos. Principios de igualdad, libertad y fraternidad tienen un sentido real sólo si partimos de que los hombres son libres, iguales y hermanos porque tenemos un Padre común que es Dios.

Las democracias modernas tienen su origen en los cambios políticos que llevaron a la Revolución Francesa (que debido a su influencia jacobina tuvo un carácter anticlerical y anticristiano) y de la Revolución Norteamericana (sin este carácter anticristiano). Es sin duda la inspiración cristiana la que lleva a reconocer que Dios nos ha dotado de unos derechos INALIENABLES (como expresa la Declaración de Independencia de 1776) para cumplir con las metas más básicas de la vida y lograr la felicidad. Estas metas serían la madurez de nuestro carácter, el establecimiento de buenas y armoniosas relaciones con los demás comenzando por la familia y luego contribuir a la sociedad con nuestro trabajo y habilidades al mismo tiempo que se da un cuidado del medio ambiente por medio de un desarrollo sustentable. Hoy afortunadamente, después de muchas evoluciones a través del tiempo, los derechos humanos como una expresión práctica de esos principios, se encaminan en esa dirección y sirven de referente entrando al terreno de la ética y de los valores morales universales.

La esperanza de las democracias actuales, está en que se mantengan y se adhieran a estos valores y principios morales universales inmutables heredados de la historia cristiana (aunque haya un esfuerzo, como pasa en el desarrollo de la Constitución Europea de querer olvidar esas raíces)

La democracia sin un referente en los valores morales expresados y mantenidos en sus leyes y constituciones, puede desviarse y corromperse, caer fácilmente en un laicismo (distinto de la neutralidad de un estado laico) que excluya a Dios y los valores morales de la vida pública. Se quedaría sólo en un sistema de gobierno donde la opinión de las mayorías puedan (aunque estén faltas de ética) imponer sus políticas y gobierno a los demás. Sin referentes constitucionales y legislativos afirmados en los valores morales, lo que ocurre en las democracias es que los legisladores, políticos, académicos, educadores, multinacionales y medios de comunicación promueven cada uno de ellos sus distintas visiones éticas, ya sea naturalistas, hedonistas, utilitaristas, kantianas, y otras. Todos tratan de modificar la legislación de acuerdo a sus visiones éticas.

John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos, sabiamente advertía con respecto a este potencial problema de la democracia: "O somos gobernados por Dios o seremos gobernados por tiranos." Arnold Toynbee en su estudio de las culturas mundiales señaló que, casi sin excepciones, las grandes civilizaciones avanzaron cuando mostraron un compromiso serio con los valores religiosos tradicionales y por otro lado decayeron cuando los abandonaron.

La historia nos demuestra que para que las sociedades democráticas puedan mantenerse sanas, los valores morales familiares y los valores universales necesitan ser promovidos en nuestros hogares, en nuestras escuelas, en los medios de comunicación y en todos los niveles del gobierno.

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Apéndice B - La educación de los hijos: derecho originario, primario e inalienable

El matrimonio y la familia, como sabemos, están ordenados al bien de los cónyuges, a la procreación y a la educación de los hijos. Por ello, uno de los deberes más importantes de los padres es la educación de los hijos. Los padres dan la vida a los hijos, y aunque ellos no son los creadores originales de la vida (la cual se origina en Dios), es por medio de ellos que esa vida se transmite de generación en generación y permite el milagro del nacimiento de un niño. Los padres tienen por tanto la obligación primaria e ineludible de tomar responsabilidad por esa vida y por ello el deber inalienable e insustituible de cuidar y educar a sus hijos.

Dado que la familia es la primera institución diseñada por Dios y anterior al Estado y a cualquier otra institución humana, este deber y responsabilidad es un derecho natural, primario e inalienable que no puede ser usurpado o invadido por ninguna institución o Estado. Los padres, en ese sentido, son los primeros y principales educadores de sus hijos. Este deber de la educación de los hijos es de tan trascendente que si falta es muy difícil de que se pueda reemplazar. La familia es la primera escuela del amor y de las virtudes. Es también la iglesia domestica.

Es característico del amor de los padres el dar en forma incondicional y sacrificada, en donde se invierte, se olvida lo invertido y se continúa dando sin expectativa de obtener alguna recompensa. Cuando los padres son afectuosos y cuidan a sus hijos, surge un camino natural para el desarrollo de la conciencia y del corazón del niño que los padres comunican a través de la palabra y el ejemplo de sus conductas, siendo de mucha importancia para su desarrollo moral. Las madres dan a sus hijos un sentido de seguridad, de que tienen raíces, un cuidado diario y compasión y los niños aprenden así un corazón de cuidado y compasión hacia los demás. Los padres estimulan el desafió, el idealismo y la reverencia. El arte de ser padres requiere cualidades de carácter tales como el sacrificio, la generosidad, la paciencia y el perdón.

Un ámbito crucial de la educación y la responsabilidad de los padres es la educación para el amor y la sexualidad de sus hijos. Una preparación para que ellos puedan establecer matrimonios y familias estables y felices. Esta es un área que hoy está muy amenazada por el ambiente libertino y promiscuo de los medios de comunicación. También existe una injerencia de parte de políticas educativas de muchos países que a menudo van en contra de los valores morales de las familias y de los padres (ej. campañas de distribución de condones).

Desafortunadamente muchos de los programas educativos modernos de educación sexual para la juventud, presentan una mera información física (genital), centrándose fundamentalmente en los aspectos biológicos, médicos e higiénicos del sexo, con toda gama de detalles sobre todos los métodos posibles para evitar el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual. Estas enseñanzas están a menudo desprovistas de los valores éticos y morales, y fallan miserablemente en reconocer el valor verdadero y sagrado del amor y su expresión sexual. No es ninguna sorpresa, por tanto, que el resultado de este tipo de educación ha conducido a un incremento del mismísimo problema que tratan de solucionar. En lugar de enfatizar el valor de la castidad y una seria preparación para el amor y el matrimonio, estos métodos han servido en muchos casos a una abierta invitación a la experiencia sexual prematura, fomentando la actitud de que el sexo es una mera necesidad biológica y que sólo las consecuencias constituyen un problema si no se toman las medidas apropiadas.

Es en esta área que los padres tienen que hacer valer sus derechos naturales y constitucionales e impidan esa injerencia injusta y dañina en la educación de sus hijos.

Jesús González Losada
jegonzal2001@yahoo.es

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NOTAS:

(1) Principio de solidaridad y subsidiariedad.

1. El principio de solidaridad, según el cual el Estado debe promover la justicia social, tutelando especialmente los derechos de los débiles y los pobres. (Mencionados por Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus, nn. 10, 15)
2. El principio de subsidiariedad, según el cual el Estado no debe sofocar los derechos del individuo, la familia y la sociedad, sino que debe promoverlos. (Idem, nn. 11, 15)

Principio de solidaridad y subsidiariedad. Las personas dotadas de dignidad estamos naturalmente configurados (por Dios) para cumplir a la vez y armoniosamente con el propósito de preservar nuestra vida para cultivar y perfeccionarse a uno mismo y el propósito del conjunto o del bien común de servir y contribuir al bienestar y felicidad de los otros, de nuestras familias, comunidades, naciones y el mundo, haciéndolo de una manera voluntaria, responsable y creativa.

Las personas estamos impulsadas por nuestras conciencias a vivir por los demás, a amar y servir a otros, a utilizar nuestros propios talentos y cualidades en beneficio de los demás, para contribuir con nuestro trabajo al bienestar o felicidad de nuestras familias, comunidades, naciones. Esta solidaridad o cooperación armoniosa y la interdependencia mutua entre individuos, familias, comunidades, centrado en propósitos comunes y fines compartidos se expresa comúnmente en expresiones como: “todos hemos nacidos los unos para los otros”, “si quieres vivir para ti, debes vivir para otro”, “rendir ayuda a otros es la función de todos los seres humanos”, “la más hermosa de todas las obras humanas consiste en ser útil al prójimo”, “no hay más que un modo de ser felices: vivir por los demás” etc.

Los individuos, a la vez que viven para sí mismos, deberían vivir para el bienestar y felicidad de sus familias; luego, las familias, al mismo tiempo que colman sus necesidades y procuran su felicidad, deberían ayudar o servir a sus vecinos y comunidad; entonces, las comunidades, asociaciones, empresas, partidos o grupos sociales, a la vez que persiguen sus propios beneficios o fines particulares, deberían contribuir a la prosperidad o bien común de la nación; y las naciones, al mismo tiempo que promueven sus propios intereses nacionales, deberían también colaboran con otras naciones, culturas con el fin de impulsar y garantizar la paz, bienestar y felicidad general de la humanidad y la naturaleza.

(2) Juan Pablo II, encíclica Centesimus Annus, n. 42
(3) Juan Pablo II, encíclica Fides et Ratio, nn. 45-48.

1 comment:

Daniel Iglesias Grèzes said...

Estimado Sr. Jesús González:

Me alegra que le haya gustado mi artículo sobre la acción política de los católicos. No me queda claro si lo está citando o comentando en forma implícita.

Un saludo fraternal en Cristo de
Daniel Iglesias